Cuando estaba a punto de graduarme del colegio, la pregunta por qué iba a hacer o que iba a estudiar era algo casi rutinario. Muchas de mis amigas estaban muy seguras de lo que iban a estudiar o hacer con sus vidas. Muchas de ellas incluso tenían planes a muy largo plazo, mientras que yo solo sabía que iba a estudiar en American University. Pero antes de que todo el proceso de aplicaciones para universidades empezará, la idea de irme a otra parte del mundo para hacer uno de esos bien conocidos viajes misioneros era lo que más me llamaba la atención. Cuando fui a discutirlo con mis papás, me dijeron algo que cambió completamente mi perspectiva frente a estos viajes y esta industria multimillonaria. “Si quieres hacer un cambio real, más que algo para mostrar en redes sociales, ¿por qué no te enfocas en tu país y tu comunidad?” Eso fue lo primero que me dijo mi papá y ciertamente es algo en lo que sigo pensando hoy en día. Tenemos que dejar de romantizar la idea de ‘ir a ayudar’ a los países “pobres” o menos desarrollados y darnos cuenta de que el verdadero cambio empieza con nuestras comunidades.
Llegar a una comunidad de la cual uno no sabe casi nada para ‘ayudar’ puede llegar a ser una de las cosas más dañinas que uno puede hacer. Todos hemos crecido de cierta forma y la sociedad en la que vivimos ha forjado nuestra manera de pensar y entender el mundo. Ahora, esas personas que viven en las comunidades que uno dice tanto quiere ayudar, también tienen una percepción del mundo que va de acuerdo a la sociedad en la que crecieron. Esto quiere decir que cuando un grupo de personas llegan a imponer sus formas de pensar y de cómo deberían ser las cosas genera un choque de realidades que puede llegar a generar más daño en esa comunidad. Para poder generar un impacto significativo se necesita un entendimiento cultural y social de la comunidad en donde uno pretende ayudar, lo cual es algo que es increíblemente ignorado cuando se llevan a cabo los viajes misioneros o voluntariados. Se asume ciegamente lo que es mejor para esa comunidad sin siquiera saber como funciona o cuales son las necesidades reales.
Pero el problema no solo se queda ahí. La plata que se invierte en el viaje y las actividades que se llevan a cabo podrían ser invertidas en organizaciones locales que son mucho más eficientes y efectivas. Por ejemplo, en Honduras, las casas que son construidas por voluntarios internacionales pueden llegar a costar hasta 30 mil dólares (eso incluye vuelos y estadía de los voluntarios), mientras que organizaciones locales pueden construirlas por solo dos mil dólares. Eso quiere decir que si las personas en realidad quisieran ayudar, harían un impacto más grande quedándose en sus casas y donando a esas organizaciones. La pregunta es, ¿por qué no lo hacen?
Tristemente, la sociedad nos ha llevado a pensar que el ayudar a esas comunidades que han tildado como necesitadas nos va a dar algún tipo de valoración. Hay un discurso de poder que nos dice constantemente que vivimos en un lugar superior a otros y se ha normalizado esa ‘necesidad’ de mostrar la superioridad por medio de estos viajes. Es algo que está tan metido en nuestra sociedad que sin darnos cuenta no solo no estamos ayudando como creemos sino que al mismo tiempo estamos alimentando ese discurso de poder. Por medio de redes sociales, la gente busca mostrar lo que ha hecho como voluntario, la comunidad a la que ‘ayudó’. Pero esa necesidad de valoración social sólo refuerza la idea de que esa comunidad es frágil e inferior. Tenemos que cambiar esa idea de ayudar por valoración y aceptación social y empezar a evaluar cómo podemos hacer un cambio realmente significativo.
Teniendo en cuenta la necesidad de conocer una comunidad y su cultura para poder generar un cambio significativo, es posible decir que, si uno quiere realmente ayudar, la mejor manera es empezando en la comunidad a la que uno pertenece. Me he dado cuenta que muchas veces normalizamos e ignoramos las problemáticas que hay en nuestras comunidades. Sin embargo, uno es el que tiene el conocimiento suficiente para generar un cambio desde adentro y así realmente poder ayudar a las personas.
Después de que mi papá me dijera que pensara en mi comunidad, me di cuenta que en mi círculo ya hay muchas situaciones que necesitan atención. Son situaciones que son ignoradas porque tendemos a mirar hacia afuera más que hacia adentro. Al darme cuenta de estos problemas también me di cuenta que de cierta forma mi ignorancia era una parte del problema; siento que todos tenemos esa ignorancia selectiva en donde nos negamos a reconocer que somos parte del problema, pero en el momento en el que nos damos cuenta de esto es cuando podemos movilizarnos para ayudar y cambiar.
Isabela Linares Uscher es una estudiante de segundo año en la Escuela de Estudios Internacionales y una columnista y editora para El Águila.