La comida es capaz de conllevar un recuerdo significante de lo que somos o de dónde venimos, y esto nos reconforta. En nosotros se despiertan sentimientos y emociones. Para mí, se trata de recordar a mi familia y etnia mexicana en cada bocado que pruebo fuera de casa.
Fui criada, junto con mis hermanos, en una familia México-americana; y aunque crecimos y vivimos en Estados Unidos, mis padres siempre honraron no solo nuestra cultura y nuestro idioma, sino que además nunca faltó la comida típica. Algunos de los recuerdos y momentos más importantes que compartí con mi familia, que en su momento tomé por sentado, han sido en la cocina siempre ocupada de mi madre mientras nos sentábamos en la mesa.
¿Malo o bueno el platillo? No importaba, ella sabía con exactitud qué preparar y con qué consentirte. Para los antojos dulces, estaban las conchas o el cremoso arroz con leche; en el desayuno estaban los molletes o los chilaquiles algo picantes ; a la hora de la comida no podían faltar las gorditas, las tostadas o los tacos dorados crujientes. Podría pasar horas haciendo descripciones detalladas que cada sabor, sensación, y comida se merecen, pero mi enfoque es en una comida que conocemos todos pero que en ningún lugar se prepara mejor que en su país de origen y son: los tacos de carne asada.
La carne jugosa que viene de Sonora, México, envuelta en guacamole fresco y repollo en una tortilla de maíz o harina caliente, fue el remedio más efectivo para curar cualquier daño en mi niñez. Ahora, como una joven adulta que vive fuera de casa, me ha resultado imposible encontrar alguna versión que se le compare a la carne que preparaba mi madre. ¡He tratado de todo! A veces la carne está seca, en otras ocasiones la tortilla no sabe igual, pero en muchas otras faltan las risas de mis hermanos que los acompañan. Es por eso que decidí prepararlos por mí misma.
Empecé por comprar y sazonar la carne. Después, conseguí las tortillas que me parecieron las más parecidas a las de mi casa (seguían estando lejos). ¡Por último compré limones, muchos limones!
¡Me produce felicidad compartir que fueron un éxito! Y no porque tenían el mejor sabor del mundo, sino porque pude revivir esta experiencia tan preciada una vez más.