No hay nada más multifacético y fluido que la identidad, ya que a medida que van pasando los años, se mantiene en constante cambio. Cambios que pueden ser atribuidos a la exposición que tenemos a diferentes experiencias. Consecuentemente, es posible decir que cada uno tiene una identidad completamente única que se mantiene en movimiento. Aun así, es aparente que se busca establecer conceptos para delimitar las identidades. Creamos categorías en las cuales esperamos encajar y esperamos que otros encajen. No es extraño tener que llenar un formulario en el cual preguntan sobre raza, etnicidad, nacionalidad, sexo, etc. Pero la realidad es que estas categorías llevan a una simplificación de las identidades, lo cual impulsa a la omisión de lo que realmente construye a cada persona.
El lenguaje es el principal actor cuando se habla de esta categorización de identidades. Los conceptos usados para referirse a las personas conllevan definiciones que establecen de antemano lo que es esa persona. Lo que se ignora es que incluso dentro de esos conceptos hay características que no son tenidas en cuenta; se ignoran las particularidades de cada individuo y la pluralidad que hay detrás del entendimiento de los conceptos. Nietzsche, en su texto Sobre verdad y mentira en el sentido extramoral muestra cómo por medio del uso de los conceptos se omiten estas particulares características. Creamos designaciones uniformemente válidas para las cosas como medio para crear una verdad sobre el mundo. Sin embargo, esas verdades son las que nos alejan de la realidad, ya que los conceptos no son más que una igualación de lo desigual.
Los conceptos que se usan para definir las identidades de las personas sirven como una cortina que oculta lo que es la persona. Se delimitan las identidades para hacer que encajen en las categorías creadas y como consecuencia se construyen máscaras. Un ejemplo de esto se puede ver cuando se habla de la latinidad. Se usa el término “latino” como una forma de definir la identidad de una persona, pero se ignoran las pluralidades presentes en la región Latinoamericana. La realidad es que la muy conocida “cultura latina” no es más que una construcción de diferentes culturas. Incluso dentro de los países hay gran diversidad de identidades y culturas que construyen a cada persona. Ahora, esto no significa que la identidad de las personas esté meramente ligada a su contexto cultural. Por el contrario, es importante reconocer la interconexión cultural que está presente en el mundo hoy en día.
Entender lo interconectado que es el mundo es increíblemente importante para poder hablar de cooperación. El filósofo Kwame Anthony Appiah introduce la idea del cosmopolitismo por medio del cual se entiende la presencia de una contaminación cultural. El uso de la palabra contaminación es en este caso algo positivo ya que es el factor que nos conecta a todos como ciudadanos del mundo. Al final lo que nos une a todos es esa humanidad compartida; el entender que todos compartimos ese mismo factor nos lleva a poder mirar más allá de las categorías instauradas para las identidades. Por medio de este entendimiento, es posible abrir la puerta al respeto de las diferencias que construyen a cada persona.
El problema va mucho más allá. El entendimiento que tenemos de los conceptos que definen las identidades también cambia dependiendo de los contextos. Se podría decir que hay un entendimiento individualizado de lo que se define por medio de un concepto. Cuando se piensa en una nacionalidad o en alguna categoría de identificación, es posible llegar a diferentes delineamientos de lo que se entiende y se espera al identificar a una persona de esa manera. Tristemente, la existencia de estereotipos es algo que no se puede evitar. Por eso mismo, es importante reconocer que el delimitar a una persona para que encaje en uno de esos conceptos lleva a una percepción externa de lo que es esa persona.
Gracias a la omisión de las diferentes características que construyen a cada individuo, se implantan imágenes de lo que una persona debería ser basándose en los conceptos en los cuales debería encajar. Consecuentemente, se limita la interacción con las otras personas a los estereotipos externos creados. La flexibilidad que hay en el entendimiento de los conceptos abre la posibilidad a una gran desconexión entre las personas por medio de la categorización que se hace.
Al hacer una simplificación de las identidades entonces solamente definimos a las personas por medio de esos entendimientos individuales que tenemos de los conceptos. Se dejan por fuera los varios aspectos que construyen a la identidad de la persona por detrás de esa categoría que se le asigna. Si se fuera a hacer una generalización de la identidad, se podría decir que todos formamos parte de una cultura humana. Siendo esta cultura una que está compuesta de diferencias que se comparten constantemente entre los individuos presentes en esta.
Isabela Linares Uscher es una estudiante de tercer año en la Escuela de Estudios Internacionales y una columnista y editora para El Águila.